lunes, 31 de agosto de 2009

Domingo de Espumas


Y surtió el sol, el encuentro fue fugaz y los rayos nacieron desde el fondo de los cerros y témpanos misteriosos, recelos del domingo. Invocados a dios, fruimos el silencio que ya se derretía entre espesos de la alfombra de pétalos y bellos rostros, que nos transportaban a viva voz hacia el infierno más exquisito. Llegamos al palacio preparados ya para el vómito sustantivo, nació el verbo entre el grito que se hizo nebulosa hacia cual fue mi garganta más profunda (nerviosa). El respiro abortó en el centro cuando de par en par nacieron nuestras caricias a la cultura… fue apoteósico.

Sonámbulos, andantes y zombies arrancaron e intentaron devorarnos… pues fue simple objeción de nuestros pies que rodearon nuestros ojos. Pues el asimétrico rostro se desfiguraba entre el aturdido que esfumó todo el ritmo, que debíamos construir en culturales ojos de torbellinos.

Dimos el paso, la tierra tembló, o fueron las rodillas estables quienes entonaron el sostén de pies dormidos, pues del domingo nos hablaron los mares, los barcos fantasmas y piratas de escarlatas. Vimos estatuas vestida de árido color blanco, quienes se acercaron y revistieron nuestra mente desnuda, de anticultura, pues la sabiduría era nuestra única aliada. Nos revelaron íntimos recuerdos sepultados ya por varias décadas, el hueso podrido, y mineral blando, el cabello acuático, nuestra risa étnica guardada en bellos frascos de arena remota.

Caímos la mañana, los ojos despiertan, nuestra boca sedienta, pues de arcilla-cultura estaban hechas las gaviotas norteñas. Llegaban insomnios, pequeños que dormían el silencio, al ras más sombrío volaban insignias del saber.

Llega la señora y el campesino, llega el resfrío y el aliento más bello, llega la bolsa, y llegan las maletas, llega la mente, también hechas de gelatina esponjosa. Dos estatuas de greda esperan risueñas en la puerta ancha y hostil, dos bomberos de agua fotografían al flash de chorros llenos de sueños, otros dos de aire hipnotizan los huesos que se espesan con tenazas de alambre y púas de cactus rebeldes… fue el momento más tenso cuando el tsunami presuntuoso comenzaba a yacer en nuestra experiencia como cuerpo, y vida cultural.

La vida sigue entre las ramas del campo verde, fluorescentes vestidos de carbón, de seda carpanta, de bellos matices; como escoltas del cielo fortuito. Se acababa la función, se apagaban las luces del semáforo pintado en sepia, pues el recinto se cierra, pero se ha abierto el local presunto entre las nubes, nuestras neuronas chocan, se electrocutan, forman el diamante más precioso; nuestra sabiduría cultural en el día en que las gaviotas cantan, y muere la ignorancia.

3 comentarios:

  1. Hermoso domingo,paseé por él de la mano de una escritura conocida por mí.


    Un abrazo!

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  2. en hora buena! la peculiaridad de la propuesta emociona de antemano cuenten con un servidor no dejare de comentar, saludos

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  3. Os iré visitando de vez en cuando!
    Muy bueno.:)

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